jueves, 10 de noviembre de 2016

Nuestros ídolos.

No es por nada,
pero de pequeños
nuestros ídolos
eran
un fontanero que se crecía
literalmente
cuando comía setas,
un par de galos sedicionistas
con sobredosis y adicción respectivamente
a un brebaje milagroso,
un erizo espídico,
un tipo con mallas azules y el careto rojo con rayas negras
con toda la pinta de acabar de salir de una rave, que se subía
directamente
por las paredes,
un elefante orejón y psicodélico,
un marinero que necesitaba una cosa verde para fortalecerse
y un chavalito con cresta que iba por ahí vacilando en su nube kinton
o keta
o no sé qué.
Por otro lado, a excepción del mencionado fontanero,
que sin menospreciar ese noble oficio,
tampoco es que llegara muy lejos,
el marino, que ya se sabe,
y el ravero entomólogo,
que era un estudiante aplicado y mejor pareja,
ninguno trabajaba
y ni se lo planteaba siquiera.
Llevaban una vida muy agitada
y sus lazos familiares eran débiles,
cuando no estaban directamente desestructurados de raíz,
por no hablar de su higiene,
cuando menos dudosa
yendo siempre
con la misma
puta
ropa.
No es por nada,
pero luego pasa lo que pasa.

lunes, 19 de septiembre de 2016

Vacío

Vamos a salir por ahí
a recolectar vacío.
Acabaremos con las manos agujereadas,
el alma rota,
la mandíbula cascada
de masticar vacío,
los pulmones ahogados,
el hígado,
la sangre toda.
Nos miraremos en otros ojos
también vacíos
y lloraremos lágrimas secas.
Cuando nos cansemos
volveremos a casa
con kilos, quintales,
toneladas de vacío
que tendremos que meter en bolsas
y más bolsas
necesitaremos sacos
y aun así se nos derramará parte.
Y con todo ese vacío
después
trataremos de llenar nuestras vidas.

viernes, 19 de agosto de 2016

Odio

Odio escuchar conversaciones de teléfono ajenas
cuando uso transporte público,
menos mal que al menos nunca lo pago.
Odio el olor de los perfumes
y el de los puros
odio a la gente que se intenta colar en las colas de los supermercados.
Odio a quien te mira mal por ir bebiendo una litrona por la calle,
que seguramente no lo haría, además, si fuera una lata.
Odio a los que hacen preguntas
para que tú les respondas con otra pregunta
y así poder explayarse, los muy imbéciles,
odio a quién hace preguntas cuyo objetivo no es una respuesta directa
sino extraer otra información transversal,
o simplemente hacer daño,
sea o no sea voluntariamente,
no perdono tampoco la falta de tacto
o la estupidez, tan a la alza.
No soporto a los que responden sin que nadie les haya preguntado,
o a los amantes de lo obvio
con comentarios del tipo
“vaya corte de pelo”,
“estás más flaco”,
O
“vaya pedo llevabas el otro día”.
Odio el fútbol y sus comentaristas en todas sus formas.
Odio el machismo rancio y evidente de comentarios socarrones
y miradas, y chasquidos, y piropos. Al menos disimulad, cretinos.
Odio a los infelices que fardan de sus conquistas amorosas,
dime de qué presumes e invítame a una raya.
Odio a los payasos que se ríen de los vegetarianos,
odio a los vegetarianos que lo son por moda.
Odio limpiar las cafeteras, no sé por qué.
Odio a los cantautores que rapean
fatal
y a los poetas ñoños,
a los eruditos que hablan siempre en serio,
y los patanes que se creen muy graciosos
(algunos son realmente divertidos, a esos no les odio, claro, ni mucho menos)
Odio a los artistuchos que utilizan el verbo “crear”
“Estoy creando, dicen”
Iros a la mierda.
Y odio empezar un poema y no saber cómo coño acabarlo.