martes, 21 de febrero de 2017

Volver a casa



No puedo volver a casa.
No recuerdo el camino
ni mi nombre
No puedo volver a casa
por si me encuentro contigo
o conmigo
en esa tumba llena de espejos
en que las paredes avanzan inexorablemente hacia el centro
recortando el vacío
ahogándome.
No puedo volver a casa
tengo miedo a las sombras
y a dormir
y a las telarañas que me trepan los párpados mientras sudo hielo
entre sábanas mohosas y hediondas
llenas de restos de soledad, esperma y desesperanza.
No puedo volver a casa
porque si no
después de cuatro días sin dormir
sin ganas de vivir y mucho menos de reírle las gracias
al primer gilipollas con droga
y menos de bailar
o de tener una conversación que exija de mí el más mínimo esfuerzo
sin ganas de nada (de verdad, creo que me estoy muriendo)
desorbitado, perdido, triste
lo hubiera hecho.

domingo, 19 de febrero de 2017

El amor ciego



El amor es ciego e imbécil.
Es capaz de cualquier cosa por salirse con la suya,
he visto a más de uno perder por él la cabeza
y la vida.
El amor arrastra al alcoholismo, a la neurosis, a la desidia.
El amor es nocivo.
Recuerdo muchos momentos
realmente oscuros
en que dudé de verdad de si toda esta mierda
valía la pena.
El amor asesina.
Conduce a la obsesión, al abismo,
a la eyaculación precoz, al infarto, al suicidio.
El amor es realmente odioso.
Estoy deseando que vuelva.

miércoles, 15 de febrero de 2017

Kamikazes



Vivíamos como si fuésemos a ser uno de los grandes
cuando cada vez era más evidente nuestro fracaso.
El mundo
el techo
y los años se nos caían encima.
El mundo
ese mundo que no entendían ni los cabrones que lo inventaron para lucrarse
como para entenderlo nosotros, pobres chiflados
dejándonos la vida
por una dosis de polvo de olvido
por un gramo de luz
por un trago de muerte o de catarsis.
Corrían tiempos difíciles, decían los expertos
y nosotros sin saber muy bien para dónde corría el viento
poliadictos, multidelincuentes,
artistuchos,
o simplemente gilipollas rodeados de gilipollas
ahogándonos en un vaso de plástico
y la isla de basura
inmensa
en mitad del pacífico
creciendo como un monstruo hambriento
que al final nos devoraría a todos
como para perder el tiempo estando sobrios.
Corrían tiempos extraños:
los tiempos de la poshistoria y la turbotecnología,
los tiempos del hiperrealismo y la infradecadencia,
Belén Esteban planeaba invadir Polonia
y el futuro de la especie dependía de que no se colgara el Tinder.
Corrían otros tiempos, raros
el mundo se caía a cachos
Dios hacía tiempo que había dimitido
y yo me dedicaba a hablar del presente en pasado.
Vivíamos en el tiempo del cáncer y la comida precocinada,
en el mundo de los aerosoles y la energía nuclear,
de la Viagra, la electrocumbia y la fotodepilación láser.
Y las selvas amazónicas menguando, como una calva precoz,
como mi calva
y los países subdesarrollados,
esos parques temáticos de guerra muerte y miseria
cada vez más manchados de sangre
la misma sangre que manchaba los trajes impolutos de los salones impecables de Chicago o París, o yo qué sé, digamos que Pequín.
Vivíamos como si fuésemos a vivir por los siglos de los siglos,
O al menos a ser recordados
Como lo cierto es que cada vez estábamos un poquito más muertos.
Nos dábamos aires de rockstar,
Al más puro estilo Mike Jagger, farsantes,
o de poeta maldito, como el imbécil de Baudelaire,
niños de mamá, mierdosos,
caminando hacia la tumba con paso seguro, kamikazes,
como los mártires del islam que tumbaron las torres gemelas.