Maldita la hora en que me convertí en
escritor maldito: Desde entonces no paro de darle a la maldita bebida, recorro
las calles como alma que lleva al diablo, vendo mi vida por menos de nada, ardo
por dentro, y padezco el eterno dolor del infierno. Desde entonces sufro unas
resacas de mil demonios, me codeo con criaturas del inframundo: Los únicos
ángeles que he conocido desde hace no sé ni cuanto son todos siempre ángeles caídos. ¿Por qué no me
subiría al carro del neo-surrealismo, del post-simbolismo o del hiper-futurismo? Con lo sanos y felices que parecen, con sus
recitales, sus performances, incluso algunos, si saben fingir de veras, por qué
no, con sus admiradoras. Pero no, yo quería ser maldito, como los RolingStones,
como Bukowsky, maldito. Y no es tan fácil: He tenido que probar todas las
jodidas drogas, patearme los antros más sórdidos y
oscuros de la ciudad y alrededores, pactar con Satán, delinquir, comportarme empecinadamente
mal, robar, mentir, ser abyecto y vil hasta perder cualquier opción de llegar
al cielo una vez muerto. He tenido que hacer de todo, y empiezo a estar harto, me
remuerde la conciencia, dudo, estoy empezando a plantearme si será este el
camino correcto, si no será una estupidez andar de fechoría en fechoría, de
faena en faena, maleando, trasteando a todas horas,es terriblemente cansado, me
supera, me desgasta, sobre todo los domingos, al despertarme con esa monstruosa
jaqueca, cargado de multas del averno y endemoniadas deudas, sin un endiablado
gramo de amor que llevarme a la boca en mi infernal cuenta corriente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario