jueves, 6 de abril de 2017

Escritor maldito



Maldita la hora en que me convertí en escritor maldito: Desde entonces no paro de darle a la maldita bebida, recorro las calles como alma que lleva al diablo, vendo mi vida por menos de nada, ardo por dentro, y padezco el eterno dolor del infierno. Desde entonces sufro unas resacas de mil demonios, me codeo con criaturas del inframundo: Los únicos ángeles que he conocido desde hace no sé ni cuanto son  todos siempre ángeles caídos. ¿Por qué no me subiría al carro del neo-surrealismo, del post-simbolismo o del hiper-futurismo?  Con lo sanos y felices que parecen, con sus recitales, sus performances, incluso algunos, si saben fingir de veras, por qué no, con sus admiradoras. Pero no, yo quería ser maldito, como los RolingStones, como Bukowsky, maldito. Y no es tan fácil: He tenido que probar todas las jodidas drogas, patearme los antros más sórdidos y oscuros de la ciudad y alrededores, pactar con Satán, delinquir, comportarme empecinadamente mal, robar, mentir, ser abyecto y vil hasta perder cualquier opción de llegar al cielo una vez muerto. He tenido que hacer de todo, y empiezo a estar harto, me remuerde la conciencia, dudo, estoy empezando a plantearme si será este el camino correcto, si no será una estupidez andar de fechoría en fechoría, de faena en faena, maleando, trasteando a todas horas,es terriblemente cansado, me supera, me desgasta, sobre todo los domingos, al despertarme con esa monstruosa jaqueca, cargado de multas del averno y endemoniadas deudas, sin un endiablado gramo de amor que llevarme a la boca en mi infernal cuenta corriente.

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